Hoy dedicamos nuestra entrada a un escudo que encontramos en la calle Benavente Alto, muy cerquita de la Catedral. Se trata del emblema que hallamos en el Palacio Dávila, junto al Palacio del Campo Real, perteneciente a la familia de los Benavente-Zurita-Cabeza de Vaca.
En la imagen podemos apreciar que se trata de un escudo con forma de piel de toro, típicamente español, pero parece presentar una forma un tanto más alargada, que entendemos que lo hará para ajustarse a la escena que pretende representar. En el campo hay un arbol tipo encina, creemos, que está custodiado por dos águilas. La encina es símbolo de ánimo fuerte y constante en acciones heroicas o valerosas, y las águilas, por su parte, señalan el poder, la magnanimidad y generosidad de espíritu.
Los Dávila jerezanos se remontan a la conquista y repartimiento de la ciudad . En 1264 se cuentan hasta 13 personajes con este apellido, aunque destacamos a Mateo Dávila como el que originó una importante estirpe en la ciudad. Esta familia destaca en un primer momento por su actividad en las campañas militares, como por ejemplo contra Portugal, pero es a partir del siglo XV cuando verdaderamente adquieren protagonismo y logran convertirse en un importante linaje, gracias al desempeño de actividades concejiles, y también de la política matrimonial que éstos siguieron. Poseían grandes propiedades rurales gracias a su implicación con las guerras de frontera. Esta familia llegó a formar parte del "partido de Enrique IV", y luchó a favor de sus disputas dinásticas.
Se formaron tres líneas dinásticas:
1. La de Bartolomé Dávila: poseían el mayorazgo de Villamarta, y unirán su apellido al de Sigüenza. Esta línea se escindirá desde el siglo XVI a causa del pleito que les genera la posesión del mayorazgo. Poseían una capilla en la Colegiata del Salvador.
2. La de García de Dávila, "El de la Jura": Esta línea de la familia destaca por su actividad militar, y por el gran prestigio que adquirió en la ciudad. Sin embargo, sus ocho hijos varones participaron de luchas, exilios, persecuciones, desafíos, intrigas... que pudieron, en parte, empañar el buen nombre de su fundador. Destacamos el nieto Fernando de Padilla Dávila que prestó un gran servicio al emperador Carlos V. Poseían una capilla en el sagrario de la Parroquia de San Lucas.
3. La de Diego Martínez Dávila: presentan un protagonismo algo inferior, pues al unirse a la casa de los Riquelme, quedaron en una situación de "subordinación". Poseían un entierro propio en el altar mayor de San Lucas.
No tenemos constancia real o documental de que esta familia fuese noble, aunque todos los indicios parecen indicar que sí: participación en la política municipal, en la corte real, posesión de capillas, ostentación de riqueza.... Lo que sí es indudable es su protagonismo y transcendencia en el devenir de Jerez, de la Bahía de Cádiz y de Sevilla.
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